




Esfuerzos de sobrevivir al calor me elevan a la infinidad del frío, sumisos retazos dentro de una mirada me empujan a dejarme asimilar cuando tengo la posibilidad, me cubro de lienzos, soy palabras y estrechos pasillos, sobrevivo sueños, y respiro recuerdos.
No es suficiente, las palabras ya se congelaron, ni con el color de un pálido brillante azul puedo revivir lo que viene cambiando con los pasos que tomamos, la sinceridad viene brutal, se pega en las venas y baila estafando sin dejarme respirar, decido dormir, decido descansar del letargo sin distracciones, pero ahí estás, ahí está lo que no será, y me golpeas como el calor con sabor a hojas secas, con sabor a savia, calcomanía en mis dedos, esbozos en mi cuello.
Contaminada – Contenida – Congraciada - Condensada
6 de la mañana, y el bus pasa lentamente entre pequeños cerros que reciben una fresca lluvia potosina, lo cual creí que no pasaría, ya que en mi corto pero efectivo research antes de viajar, leí varios datos en los cuales se aseguraba que en Potosí las lluvias eran muy escasas.
Llegamos, pero aún estábamos por comprobar si el frío que sentimos al salir de la flota era el común frío de la madrugada, o el crudo frío por el cual se conoce a Potosí.
Tuvimos tres días para pasear como buenas turistas, de los cuales me propuse no desperdiciar ni un solo minuto. El sol nos acompañaba pero era cruel con sus rayos cortantes, calmados, a veces, torrencialmente con la impasible lluvia.
Esquivábamos iglesias a cada paso, mientras escuchábamos los estridentes susurros del Sumaj Orcko, llamándonos a sus recovecos donde con ayuda de un dinamitero experto, dimos coca, cigarros y alcohol al Tío.