Pasé de reír a llorar como se vive la vida de un ángel, tan rápida y breve como se mandan cien respiros al cielo, como se confunden las balas en un cuerpo...
Mi voz se mueve por lo suave del contorno de tu pasado, va recorriendo los momentos caídos, va recogiendo cada uno de los vacíos para rellenar los incipientes latidos que unieron después de todo tu fuego de tierra con mi aire de mar...
Cada paso inseguro se hace de hierro, cada nube en mis ojos se entrecorta con lágrimas por olvidar mi encierro, cada beso gastado forma otro aún más esperado... entre tanto igual que el viento te llevo como un secreto, te preparo para el gran despojo de mascaras saladas y dulces que son parte de mi apagado terreno...
Huyo de las grietas que no tienen fin, mientras otros se entierran solos con las reglas bien dichas y los arreglos sin término... el plazo se cubrió, aquella apuesta de vida nunca se pagará... al menos no pasará, mientras me encierres en tus ojos y hagas que nazca la dependencia benigna sin privarme de respirar aunque sea sólo tu aire, no me importa la libertad...
Exijo que me ocultes del mundo pero que me muestres el detalle de cada piedra que pasamos al caminar sin rumbo... entiendo que hay más ojos pero me cuesta fijar las manos si no me guían tu sombra y tu rastro en un tumulto de despojos que se avivan si con imágenes les haces culto...
Deshazte de ellas... son las ruinas que no me dejan caminar, el gran muro que se eleva y ni me deja cavar... la fortuna ya está hecha, tu razón no encuentra estados de olvido para el propio poeta, diurno sonámbulo, que me mata sin siquiera estar presente... me sigue con la linterna de nuestro pasado, con la caricia que debí haber refutado...
